El velorio, volumen 1


Estoy en una sala de velatorio, pero con otro formato al que conozco.
Saludo con un apretón de manos a cada persona que entra, “Buongiorno, ciao, le mie condoglianze”.

Tengo que arreglármelas para ser respetuosa pero no invasiva.

Anoto el nombre de mi mamá, de mi tío y el mío en un cuaderno de condolencias. Al mío le agrego el apellido materno, Garzarella. Pasé de tener dos nombres y un apellido a tener doble apellido, aquí.

Tomo la invitación al velorio, veo la foto de Giselda. Se la ve muy seria y bastante coqueta, con un peinado de peluquería y joyas. Tiene una rama de olivos al pie de la foto. Se cuenta que hasta sus 80 años, trabajó en los olivos. Y aunque existían máquinas para hacer más fácil el trabajo, ella insistía en hacer la recolección a mano. Me la puedo imaginar, arrancando olivo por olivo.

“Buona sera, ciao, le mie condoglianze”. Son las 4:30 de la tarde, ya bajo el sol y sigue entrando gente. Sigo sentada en el mismo lugar, repartiendo saludos y mini charlas con quienes se acercan. Todos me preguntan: ¿quién soy? ¿Qué hago ahí? Yo también me lo pregunto. Pero ahí estoy, como diríamos en Argentina, bancando la parada.

Espero el momento exacto para abrazar al tío Gino. Él no se despegó del cajón ni un minuto. Acomoda las ramas de olivos que acompañan el cuerpo de su madre, con mucha precisión y paciencia. Usando toda la calma y el amor que lo caracteriza. De vez en cuando me mira, y sonríe.

Mi tío Lucio, en cambio, no paró de caminar. Saluda, gente, entra, sale, pero no se acerca al cajón. Se ocupa de mantener en pie su papel de "hombre salvaje" (así me dijo una vez...). Fiore io sono un uomo selvaggio(). Con él solo me permití un apretón de manos; fue suficiente para ambos.

En cambio, Ale, está desorientado. Es su primer acercamiento con la muerte. No sabe qué hacer con el sentimiento, a él no solo lo abracé, sino que también me di el permiso de frotarle el brazo mientras me indicaba en qué lugar iba a reposar su nona. Le sonreí suavemente en varias ocasiones y él me devolvió el gesto, guiñándome el ojo.

Giselda va a descansar junto a su marido, Donato. En un nicho, donde hay flores naturales. Hoy escuché que anduvieron de la mano hasta sus últimos momentos juntos.

La tía Elena, organiza, habla, respeta y parece no sentir nada, en cambio, la tía Franca tiene los ojos llenos de lágrimas desde la mañana, se acercó varias veces al cajón y, al igual que su marido (Gino), cuida cada detalle.

Erika, construye afuera de la sala, su fuerte con amigos y su afianzato. Se mantiene alejada del cajón y me habla siempre que tiene la oportunidad. Ella me habla en español, y me cuenta con detalles cómo serían los próximos pasos. Pero sí, esto es como una cena de pasos, pero versión velorio.

Decidí dejarle el lugar a la zia María, la otra hermana de mi abuelo, la tía de Bélgica y Nicolina son las únicas hermanas Garzarella que quedan en carrera. Se comenta que a la zia María le gustan los velorios. Cada cual con sus gustos, ¿no?

Salgo a caminar por el cementerio, llueve y está cada vez más oscuro. Las luces de las velas electrónicas que hay en cada tumba y nicho, brillan cada vez más. Las macetas con flores están todas caídas, y abundan los adornos de plástico. Voy anotando los nombres italianos que me gustan. Hasta ahora mis favoritos son Raffaella, Gino, y Donato.

Veo una tumba con el nombre Fiore (cómo me dicen acá) y la contemplo un rato pero no le saco fotos. Me parece que es sentar un precedente para el futuro y todavía no estoy ahí.

Camino 7974 pasos por el cementerio, bajo una lluvia finita pero molesta.

Ahora hay alrededor de 45 personas, familiares, amigos y seguramente algún colado que va porque no pasó otra cosa interesante en el pueblo.

Me quedo desde afuera mirando el ataúd abierto, en verdad estoy viendo a Giselda, mucho más flaca que en la foto de la invitación, bien vestida, rodeada de olivos, con un rosario muy bonito entre sus manos y unos zapatitos de feria. El ataúd está envuelto por un tul celeste que combina con el lila de las paredes de la sala.

La veo ahí y una parte de mí espera que se mueva aunque sea un milímetro y todo esto sea una buena anécdota pero no, está muerta. Se terminó la vida para ella.

Ahora vuelvo a casa, a SU casa y no puedo evitar querer prenderle una vela a su foto. Me gustaría decirle que puede venir cuando quiera, al fin y al cabo son sus cacerolas las que uso.

La invitaría a convivir lo que me queda acá de tiempo, pero la verdad es que me da algo de miedo y respeto al mundo de los muertos. Además, no creo que le guste la pila de platos que aún tengo por lavar, hace días en la bacha, ni estaría de acuerdo con el uso y abuso del sillón.

Solo le voy a prender una vela, por respeto, por creencia personal, por mis tíos.
Migrar es morir un poco vol. 1. 


Empieza a bajar el sol. Hay que prender el velador de la cocina, hay que encender la luz de afuera, y prender las luces navideñas.


Empiezan a pasar los días, las semanas, y los meses. Ya van 3 meses 


Ahora tengo un reloj, un reloj inteligente, que me cuenta los pasos que doy por el pueblo y dentro de la casa. 

Pero mi computadora sigue con el horario de Argentina. 


Ahora puedo jugar mejor a contar cosas. No solo cuento los pasos, sino que también me gusta contar tractores.  

Me acuerdo de la frase de Lau, "migrar es morir un poco".


Ayer archivé gente, personas, seres humanos, amigues.

Como quien mete una montaña de hojas en un archivero estallado.

Archive al club, lo dejé en el abismo de los archivados. 

Dolió, y duele mucho


Ayer cumplí años, soplé las velitas, sobre un pan dulce relleno, al ritmo de Tanti auguri.


Ayer morí un poco más, también vi 3 tractores, pero no te lo conté. 

A veces me preguntó si esperas a encontrar un tractor en el medio de la ciudad para recordarme.


Ayer morí un poco más, pero puse como fecha un 15 de enero para resucitar.


Ayer esperé el número 1 en color verde de los archivados todo el día.


En lo que va del día hice 6080 pasos, caminé 31 minutos y gasté 227 calorías, 0 mensajes archivados.

Invadir no es conquistar 



Todavía me confunde la puerta de la habitación

No me acostumbro a que sean corredizas 

Lo mismo me pasa con la del baño


Ya no puedo andar a oscuras 

No conozco el territorio 

Me levanto pensando que aún estoy en mi cuadrado 


30 pasos hasta la cocina 

39 hasta el lavadero

¿No es un montón?


Los souvenirs de viajes que no hice, me recuerdan que nada es mío 

Odio los imanes de viajes 

Yo nunca fui a Croacia!


Solo dos cuchillos y ninguno corta

Esto en mi territorio no pasaba 

Siempre las armas afiladas 

Pero acá pareciera que no hace falta defenderse


Se escuchan los chingales 

Se escucha al perro ladrar 

De repente no se escucha nada 

Silencio de campo 


Esto no es mío, me repito cuando agarro la cacerola


La sala de los muertos

Transformada en salón para yoga

¿A los muertos les molestará?

Perdón, de antemano 


Miro por la ventana, la misma por la que me mira mi tío
no hay guerra, pero armó la trinchera

hay mucho silencio de campo



Por otro lado…

Déjenme decirles que dos placares me parece mucho 

Yo solucioné la vida en 23 kilos 


Miro las conservas de tomate con ganas 

Pero al igual que la cacerola, no me pertenecen

Fui invadiendo de a poco

Primer espacio invadido: el lavadero

Segundo: la sala de los muertos 

Tercero (mi favorito) el sillón 


¿Esto es mío? Lo puedo usar? Esto no estaba acá, antes pero  ¿cuándo es antes y después en esta casa? 

El reloj no funciona, quedó en las 9:15,  ¿desde cuándo son las 9:15?
El velorio, volumen 2


Me sveglie a las 10:00, 10:15 tenía un mensaje de mi tía Elena. Me venía a buscar para ir al cementerio.

Me preparé, me puse mi mejor ropa, y la esperé en la puerta. 


Decidí romper el silencio, y le pregunté cómo estaba mi tío y Ale. Me miró, como quien mira a su peor enemigo y suspiro. Eso fue todo. 


Llegamos al cementerio y estaba el primo de Bélgica, mi tía me dejó con él. Hablamos un rato de banalidades. Me invitó a su casa en Bélgica y planeamos un encuentro que ambos sabemos que no se va a dar. Pero nos dimos la oportunidad de conocernos. "Tu sei mi sangre" me dice sorprendido.


Dopo de dos horas, saludando a la gente, y mirando a la tía Giselda, decido ir a caminar por el cementerio. Hago algunas  fotos, intentando no invadir a ningún muerto y sigo con el juego de los nombres, el nuevo y favorito es Carmine.


En un impulso, llamo a mi madre, me atiende con voz de dormida. Necesitaba escucharla. 

Hablamos de temas variados, de pronto nace un silencio. Yo era consciente de que mi silencio estaba generando un espacio. 

Mi madre se larga a llorar. Me cuenta que tiene que tomar una decisión con el cuerpo de su mamá, dejarla en fosa común o pagar una millonada para ocupar un nicho que nadie visita. 

Debe ser dura la decisión, la escucho, la consuelo y le doy mi punto de vista.

"Cortemos con el negocio de la muerte, ma..." 


A mi madre no le gusta hablar de la muerte, en cambio, a mí me encanta. Siempre le doy indicaciones de qué hacer si me muero. No solo a ella, a casi toda persona que conozco le digo lo mismo. A mí me prendan fuego y me tiran en dónde quieran. 


Creo que el ser resolutiva con un tema tan pesado como la muerte lo heredé de mi abuelo. Mi abuelo Garzarella y mi padre Larossa.


Camino 10.000 pasos mientras hablamos y me doy cuenta, que cada vez que decido darme vuelta y retomar el camino, no puedo hacerlo. No sé por qué. Me atrevería a decir que es algo energético. 


Ya caminé el cementerio entero y sigo hablando con mi mamá. No queremos cortar la comunicación, nos necesitamos.


"Hija, anda a hacer un poco de presencia" me dice mientras larga las últimas lágrimas, "si ma, no te olvides que te quiero, chau".


Entro a la sala velatorio, ya estaba todo listo afuera para el próximo paso. Le doy el último adiós a Giselda y, por mis adentros, le elogio el buen gusto que tuvo para elegir los bowls de cerámica de la cocina.


Nos retiramos del salón y veo como 4 hombres de traje cargan el cajón, no son sus hijos, ni sus nietos. Son 4 extraños, bien vestidos e inmutables.


Se larga a llover, mucho. Estos 4 hombres meten el ataúd en el auto. Llueve.

No hay paraguas que resista.

Me da la sensación que la tía Giselda no quería ser cargada por 4 extraños pero, va bene, ni idea.


Dirigí la mirada un rato a cada integrante del clan, porque si eso somos, un clan. Y digo que somos porque desde que tengo el reloj inteligente, me siento parte de la familia.


Me detengo en mi tío Gino, lo veo secarse las lágrimas sin ningún pudor, mi tía Franca le acaricia la espalda.


Decido pegarme a Ale y decirle por lo bajo "forza". Me abraza, un acto inesperado pero bien recibido. 


Subo al auto de mi tío Lucio. Vamos muy despacio. Miro para atrás, la cola de autos es larga, piu lunga. Vamos escuchando la radio, hablan del mal clima. 


Llegamos a la plaza del pueblo, llueve cada vez más. 

Comenzamos a emprender la subida hacia la iglesia, la más importante de Orsogna. 


La gente va saliendo de los bares, y se va acercando. Veo caras conocidas y otras que ni idea. Pero si entiendo que acá, está todo el pueblo y probablemente gente de los pueblos vecinos. 

Este es el evento del fin de semana. 

Y ahí estamos… Entramos a la iglesia en fila, caminamos hacia el altar, a la vista de todo el pueblo. Por delante los hijos con sus esposas, luego los nietos y atrás estamos nosotros, el primo de Bélgica y yo. 

Nunca caminé hacia un altar y menos ante la vista de tanta gente. 

Suena el órgano de la iglesia cada vez más fuerte. Mientras caminamos tengo la mirada baja, me siento una okupa. 


Comienza la misa, o mesa, como le dicen acá. Se escuchan los órganos de la iglesia, retumbar y comenzamos con el ritual. 

Nos paramos y nos sentamos varias veces. Diría que unas 5. Elevamos las manos al cielo y hacemos la cruz unas 7 veces. 

Contemplo y escucho con atención todo, estoy fascinada. El cura habla sobre la muerte, la vida y el amor. 

A mí se me caen las lágrimas, no entiendo de dónde salen, pero ahí están. 


Siento un olor familiar, es incienso. Con un sahumador, pasan alrededor del cajón mientras un monaguillo le tira agua bendita. Inmediatamente, me recuerda a los días en que flasheo bruja y limpio de energía la casa. 


Todo el pueblo decide comulgar. Mi prima y yo, nos quedamos sentadas, se da vuelta y me toma de la mano. Le sonrió de manera cómplice.


Suena el órgano, cada vez más fuerte. Es señal de emprender la vuelta. Caminamos ahora hacia la puerta de la iglesia. Detrás del cajón, se repite el mismo orden que antes. Me sigo sintiendo una okupa.


Se va acercando la gente de a poco al coche fúnebre, el cual va a pasear por todo el pueblo hasta ir al cementerio. 


Aprovecho la oportunidad para acercarme al tío Gino, nos abrazamos de manera profunda y sincera. Me acaricia la cara y me da las gracias. ¿Gracias? ¿Por qué? 


Vamos en el auto, mi tío Lucio, mi tía Elena, mi primo Ale y su ragazza. El silencio es total. 


Volvemos al cementerio, de repente el pueblo desapareció y volvemos a ser los mismos de antes. 

Queda el clan.


Decido alejarme un poco. Ver muy desde afuera la situación. Suficiente con caminar al altar detrás de un cajón. 


Logro tomar una foto, guardo el celular rápido. Perdón, es que tengo un hambre voraz de registrar esto.


Los 4 hombres que llevan el cajón lo apoyan sobre una estructura de hierro, y lo suben a polea, directo al nicho. 

Un acto muy rústico. Mi tío Lucio lo dirige aunque no haga falta. Nos quedamos, hasta ver cómo tapaban el nicho con cemento.


Son las 5:57, se terminó. Ya no hay más cuerpo, cajón, ya no hay niente. Regreso a la casa de Giselda. Sigue la vela prendida desde ayer. La miro y me hago la señal de la cruz, yo que siempre me dije ser atea. 


Son las 7:00 y mi tío Lucio golpea la ventana. Yo estaba por prenderme un hachís, pero no... Es el anteúltimo paso de este velorio. 

“Fiore vamos a comer a lo de la tía Franca”.

¡Mannaggia! Esto no termina más. 


Llueve y corro para no mojarme pero no lo logró. Llegó empapada a lo de la tía. "Ma.. Cara mía". 

Me siento entre Erika y mi tío Gino. La comida empieza a girar, la ensalada, el maiale, el polo, los olivos. Sí, nunca faltan los olivos.


Son las 20 hs y seguimos comiendo, no para de aparecer comida, ni nombres de familiares muertos y vivos. Franca está indignada con una tal Lidia y con un tal Pepino. En cambio, a Lucio no le importa. Gino, da un mensaje de paz en la mesa y cierra el tema. Elena no habla. 


No es casualidad que las dos migrantes de la mesa, nos llamemos al silencio. 


El tío Gino me hace un chiste, nos sacamos una sonrisa mutuamente, la tía Franca me regala el chocolate con leche que me gusta del Coal.


Son las 21:00 y es hora de los aperitivos. A esta altura ya no hablan en italiano, sino que en dialecto. Quedó totalmente fuera, igual que Elena.

Compartimos miradas cómplices, y algún gesto pero no nos animamos a más. 


Siendo las 21:30, seguimos ahí. Yo ya quiero estar en lo de Giselda, durmiendo con la virgen sobre la cabeza. No puedo escuchar más el idioma. Necesito que alguien me diga algo en español. 


De repente, como una ráfaga, llega la extrañitis. La mesa larga es un arma de doble filo.



Quiero volver a la cueva, necesito que dejen de hablar en italiano y que quieran levantarse de la mesa.


Yo solo quiero volver a casa, con Giselda.


El velorio, volumen 3, el fin.

Es martes, son las 4:30. Armó la vulturno, prendo la hornalla y la luz del velador. Pongo la cafetera y me armó un hachís mientras espero que la máquina haga la magia.


Miro los archivados, dos veces. Nada. Ok


Ya tengo el café en mis manos, me siento a mirar el fuego. Contemplo, el fuego necesita más leña.


Tomo mi café, fumo mi hachís y se hacen las 17:00 hs. Me pongo mi mejor pantalón y me doy cuenta de que ya no me cierra. 3 meses en Italia es igual a 4 kilos de más. Decido dejarme el cierre abierto y taparme con miles de capas de ropa. Listo solucionado.


Tengo que estar en la iglesia. Decido prepararme antes porque siempre prefiero ser yo la que espera, que ser esperada.


17:20 me golpean la ventana. Grito "sono pronta" y me subo al auto de mi tío Lucio. 

Esta vez vamos escuchando música y hablando de cómo estuvo el día. 


17:30 estamos los 4, aún no llegó el resto. Es raro que sean impuntuales, y más para una misa. Pero bueno.

Entramos a la iglesia, y caminamos hacia el altar. Se repite, la jerarquía en la fila pero esta vez no estaba el primo de Bélgica, voy sola atrás de todo. De nuevo veo caras conocidas, y algunas nuevas. Somos pocos, somos solo la parentela.


Me siento atrás de mis tíos. Quedó sola, sentada en un banco de la iglesia, sola.

Esta vez estoy inquieta, me cuesta escuchar la misa, me aburro, estoy incómoda. 


No puedo registrar qué es, entonces me concentro en una pintura. La virgen elevándose. Dibujada al ras del suelo, con sus brazos a los costados, con las palmas hacia arriba en señal de dar y recibir. Iluminada por una luz blanca brillante. 

Juego a describir la imagen en mi mente, y me pierdo de hacer una de las tantas cruces que hay que hacerse. 

¡Mannagia!


Hoy estoy disociada, hoy no puedo con este ritual. Me enfoco en los detalles para no caer en la ansiedad. Me recuerdo que este muerto no es mío. 

También recuerdo algún que otro consejo de Lau y lo aplico.


18:15 Termina la misa. ¡Bien! Libre al fin, salgo primera que toda la familia a la calle y decido esperar afuera. La iglesia me estaba ahogando. 


Saludo a todos los parientes que me cruzo, "Bona sera, ciao, ¿come stai Fiore?" Me pregunta Lidia, "bene zia, bene". Mientras pensaba en cómo carajo voy a sacar el NIE, fijar residencia y encontrar trabajo en otro lugar.


Creo que estuve toda la misa pensando en el NIE. 


"¿Cómo sigue esto?" Le pregunto a Ale. Se enoja porque le hago la pregunta en español. Perdón primo, es que hoy no puedo con ustedes. 


Partimos a la casa de Lucio y  Elena. Hay una mesa grande, con utensilios de plástico, platos, vasos, todo plástico. Parece un cumple añito. Pero no, recordemos que seguimos en velorio. Seguimos de luto.


Cruzó unas palabras con Erika, hablo un rato de español pero aunque ella lo entienda hoy no es el mejor día. Le saco charla pero ninguna de las dos remamos. No se llegó a ningún puerto.


Abandono y me siento sola, atrás de todos. En el sillón, estoy por fuera de la mesa y hasta diría a otra altura, más baja. Decido grabar las 6 conversaciones en simultáneo que escucho. 


La tía Lidia me ve sola, y me hace un gesto de "venite". Me acerco y compartimos una silla (qué acto más incómodo), siempre tenés medio culo afuera, nunca funciona, no es algo que se pueda sostener mucho tiempo. Lo razono así y me siento.


Al lado de Lidia estaba la zia María, y del otro lado estaba el esposo de Lidia. Estaba rodeada. El esposo de la tía Lidia me reta por no saber más italiano, Aldo se suma y me dice "basta de español, acá debes hablar todo en italiano". Todos se ríen, hasta mi tía, la rumana. 


¡Ya está! Estoy incómoda en la silla, estoy incómoda con la comunicación. Ya está.


Decido abandonar y espero que al irme me den un plato con sobras, cómo hicieron con todos. Lo sé porque yo tuve que armarlos. 


Le aviso a mi primo "Ale, prendo la jaka y vado vía, scuzi". También en un acto de caradura le pido que me traiga un fuego de Ámsterdam, "el piu económico". 


Prendo la jacka, saludo a uno por uno. Intercambio risas con mi tío Gino. Hablamos un poco de los finnochios y nos abrazamos. 


Al resto la mano y una Bona serata per tutti. 


Hemos finalizado con el ritual. El cual llevo 3 días, 72 horas, 2 misas, y más de 45 personas. Ningún plato con sobras per me.


Adiós Giselda, espero que te haya gustado tu funeral, de nuevo, gracias por las cacerolas.